Cuernavaca, Mor. / Abril 3.-
El 2 de diciembre de 2010 Édgar, conocido como “El Ponchis”, un adolescente de 15 años, fue detenido por soldados en el aeropuerto de esta ciudad, acusado de secuestro, transportación de drogas y asesinar a seis personas.
Casos como el anterior son cada vez más comunes. Son historias de “niños sicarios”, como se les bautizó en Colombia en los 90.
En México, se comenzó a hablar de ellos a partir de 2006, cuando en Nuevo León detuvieron a Rosalío Reta, entonces de 17 años y con ciudadanía estadounidense.
Rosalío aseguró que recibió entrenamiento de Los Zetas desde que tenía 13 años. Ahora cumple una sentencia de 30 años, por homicidio, en una cárcel de Estados Unidos.
Estudios científicos señalan que la falta de afecto en los dos primeros años de vida, aunado a un entorno social agresivo, puede crear condiciones para cometer actos violentos contra otras personas.
El doctor Israel Castillo, sicólogo especialista en trauma infantil, asegura que adolescentes que han cometido delitos como violación, secuestro y asesinato sufrieron “negligencia emocional” en sus primeros años de vida. Es decir, no tuvieron una figura de apego que los hiciera sentirse seguros, que les mostrara interés. Aunque sus padres vivieran con ellos, estaban ausentes en el plano afectivo.
La doctora Feggy Ostrosky-Solís, investigadora de la UNAM, dice que en estudios que ha realizado a personas violentas, como asesinos, secuestradores y sicarios, “se ve que ciertas áreas del lóbulo frontal y otras del sistema límbico no están funcionando. Esas áreas no están prendidas”.
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