México, D.F. / Abril 5.-
El tercer gran baile de quinceañeras se cumplió. A la Plaza de la Constitución llegaron 330 jovencitas ataviadas con sus largos vestidos de colores rosa, azul, morado, verde y amarillo.
Un pastel de siete pisos, donado por el jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, generó el coro de todas estas quinceañeras, convocadas y organizadas para refrendar y exigir sus derechos de juventud. “¡Queremos pastel, queremos pastel!”, coreaban ellas, como si éste fuera uno de los primeros derechos que valía la pena exigir en ese momento.
Un mariachi entonó Las Mañanitas y después, todas, participaron en la interpretación de una canción de hip hop que hablaba sobre igualdad, equidad y juventud. En punto de las seis de la tarde, los turibuses procedentes del Paseo de la Reforma arribaron a la plancha del Zócalo, procedentes del Ángel de la Independencia, en donde las 330 jovencitas se tomaron la foto del recuerdo. A nombre de todas, Leonor, una adolescente que iba ataviada con un vestido verde y negro, dijo que para muchas de ellas es casi imposible organizar un festejo de XV años, por lo que esta celebración en la Plaza principal del país “nos hace pasar del olvido al convertirnos en princesas urbanas” dijo.
La palabra princesas urbanas se repitió mucho aquí, en boca de Javier Hidalgo, director del Instituto de la juventud y del jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, quien fue el padrino de honor de este baile.
Poco más de 45 minutos duraron las piezas musicales que por semanas habían ensayado las quinceañeras. La música de Strauss marcó el inicio del baile.
Abajo del templete principal, a diferencia de los dos años anteriores, los padres de familia y familiares tuvieron asientos exclusivos, alejados del bochorno y de la multitud congregada atrás de vallas metálicas. Pero esta vez, y a diferencia de los años previos, no fueron miles los que abarrotaron la plancha del Zócalo para ver a señoritas de colonias populares alcanzar un sueño. Ahora fueron evidentes los huecos en la plaza de la Constitución y sólo las familias o algunos curiosos se congregaban al rededor del templete.
Pero ello no fue motivo para que entre las 330 adolescentes decayera el ánimo. Cuando el jefe de Gobierno, como padrino, tomó el micrófono y se colocó entre ellas para decir algunas palabras, las quinceañeras lo vitorearon y lanzaron porras.
Contagiado por ese ánimo, el mandatario hasta dio brinquitos en el momento que ellas gritaban: “¡Quinceañeras, quinceañeras!”.
Ebrard se retiró del Zócalo luego de cortar el pastel con un cuchillo de cocina. Discreto, Ebrard se fue alejando poco a poco del templete y sólo a lo lejos se distinguió su mano que se agitaba en señal de despedida de las princesas urbanas.
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