México, D.F. / Abril 8.-
Cuando esta semana en México, una vez más, se halló una fosa común, ésta con 59 cuerpos, la artista colombiana Doris Salcedo trae su “Plegaria muda”, una obra que como ella la definió “rota alrededor de la experiencia de aquellos que habitan en la periferia de la vida, en el epicentro de las catástrofes”.
“Plegaria muda” es una escultura-instalación creada por la ganadora del Premio Velásquez 2010, que comprende 96 unidades con las dimensiones de ataúdes, formadas por mesas invertidas con una estructura de tierra donde crece pasto.
La imagen de la fosa fue escogida por ella “porque es la imagen de una experiencia traumática, imagen que para quienes habitamos zonas marcadas por conflictos violentos representa un hecho a la vez extremo y cotidiano; esta imagen a pesar de ser terrible la vemos con cierta indiferencia, los muertos son anónimos y los dolientes inexistentes”.
“Plegaria Muda” es una obra enmarcada en el silencio, que abunda en el duelo, que mira las historias de los que habitan zonas marginales del mundo actual, que se sitúa en el terreno de lo inhumano, que persigue dar herramientas para expresar un dolor que se siente, pero que está reprimido.
“Estas personas que se encuentran en las fosas comunes, en su enorme mayoría, son personas que ya han vivido una muerte social, y por eso están ahí”, mencionó la artista en un diálogo con José Luis Barrios y el público, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM.
Este sábado 9 de abril (cuando se cumplen 63 años del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, hecho que marcó el inicio de la Violencia en Colombia), “Plegaria Muda” abre en el MUAC su recorrido por museos de México, Lisboa, Mälmo, Roma y Sao Paulo.
Salcedo partió para esta obra de una investigación sobre muertes violentas de jóvenes en Los Ángeles y luego a partir de los asesinatos de alrededor de dos mil 500 jóvenes en Colombia, por parte del Ejército, en lo que ha pasado a la historia con el nombre de los “Falsos Positivos”.
La escultora (Bogotá, 1958) relató que durante algunos meses acompañó a un grupo de madres en la búsqueda de sus hijos y el reconocimiento de los cuerpos en fosas de pequeños cementerios. “Estuve con ellas en el doloroso y arduo proceso de elaboración de duelo y en el vano intento de lograr justicia ante la barbarie cometida por el Estado”.
Luego viene un proceso que llama el de elaborar el testimonio, comienza a dibujar y, con su grupo de trabajo, que la acompaña en México, fue creando la escultura-instalación que la propia Salcedo describe como un ejercicio de memoria, muy distinto de lo que es un monumento.
Un monumento se levanta para construir “héroes, conquistas, triunfos y victorias”. El lugar de memoria es diferente: “está por fuera de la vida, es un lugar aparte desde donde se debe repensar el pasado, a partir de la urgencia que impone el presente”.
La intuición
Doris Salcedo, quien ha creado obras como Shibboleth, una enorme grieta en la Tate Modern de Londres, o que cubrió con 280 sillas la fachada del Palacio de Justicia en Bogotá (que fue tomado violentamente en noviembre de 1985), no cree que exista algo así como “la redención estética”.
“Lo que caracteriza mi labor como artista es la impotencia, la falta de poder. Me coloco en el lugar opuesto del que asesina, que es el que tiene el poder. Lo que sí puede hacer el arte es abrir el rango de preguntas que una sociedad tiene que hacerse a sí misma. Señalar el problema que existe, y dentro de ese repertorio que el arte nos ha mostrado -desnudo, paisaje, bodegón- bueno, también (mostrar) fosas comunes”.
Walter Benjamin, Paul Celan, Paul Valéry son algunos de los escritores y pensadores a que la artista acude en su discurso, pues ellos, dice, han dado forma a su obra y guiado su intuición durante estos años.
A la manera de Valéry, Salcedo reconoce que los obstáculos son parte esencial de su trabajo. Y, como Celán, refiere un camino lleno de obstáculos en el que encuentra lo inhumano y lo imposible. “Sitúo mi obra en el terreno de lo inhumano. Mi trabajo está basado en los eventos más dolorosos y brutales de nuestros días, mi obra se centra en la violencia política, en la fragilidad del ser humano y en la manera como aquellos que ejercen el poder manipulan la vida de los otros”.
Desde hace 25 años, Salcedo trabaja en Colombia, un país que ha pasado a ser “uno de esos territorios donde la catástrofe se percibe como un evento continuo que no parece tener fin.
“Colombia siempre ha sido descrita en términos negativos como un país incivilizado, subdesarrollado, irracional y brutal, y es este carácter el que le ha dado forma a la historia negativa que busco articular en mi obra: la historia de los sinnombre, de aquellos seres que han sido destituidos y expulsados del género humano”.
Salcedo persigue con sus trabajos actualizar la memoria en el presente. Citando a Benjamin explica que intenta “rememorar” el pasado de las víctimas de la violencia política.
Su obra indaga también en el rol de la víctima y el victimario, rol que, considera, “se intercambia con una facilidad asombrosa. Este intercambio perverso es posible porque habitan en la zona que algunos autores han denominado como muerte social”.
Para la artista, un grave problema que como sociedad llevamos es que las muertes violentas no han sido elaboradas por su cotidiana presencia: “Se acumula una masacre encima de la otra hasta llegar al punto que enfrentamos el futuro como un abismo porque no tenemos el presente elaborado”.
En ese sentido, con su obra “Plegaria Muda” propone “enfrentar al duelo represado y no elaborado, a la muerte violenta cuando es reducida a su total insignificancia y cuando, además, forma parte de una realidad silenciada como estrategia de guerra”.
Salcedo, quien no acostumbra dar entrevistas, no mostró sus obras, se podrán ver a partir de este sábado a las 13:00 horas.
“Espero que esta obra, en alguna medida, logre restituirle a cada muerte su verdadera dimensión, y así permitir el reingreso a la esfera de lo humano de estas vidas desacralizadas, espero que a pesar de todo, incluso en condiciones difíciles, la vida prevalezca como sucede en ‘Plegaria muda’”.
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