Enero 19
Cada nuevo presidente hereda dolores de cabeza, pero Barack Obama “heredará toda una sala de emergencias”. La sombría evaluación proviene de una ex secretaria de Estado que sabe de lo que habla: Madeleine Albright.
El que recibe Obama es un mundo peligroso. Y Estados Unidos no está en su mejor forma. El país no sólo está inmerso en una crisis económica sin precedentes desde la Gran Depresión, sino que expertos afirman que la primera potencia está perdiendo terreno y vaticinan que, en unos años, para el 2025, para ser más precisos —según el estimado del Consejo Nacional de Inteligencia (CNI)—, el dominio estadounidense exclusivo llegará a su fin.
Durante su campaña, el demócrata ofreció diálogo frente a los desafíos más grandes en política exterior, como Irán. También prometió acabar con la guerra en Irak en 16 meses, ganar la de Afganistán, cerrar Guantánamo y “cambios” en la política hacia Cuba.
Pero hacerlo no será nada fácil, y menos en un mundo de amenazas globalizadas y difusas que van desde el terrorismo hasta el cambio climático, y con la presencia cada vez mayor del país que, según los pronósticos, se convertirá en la próxima gran potencia: China.
Después de todo, los chinos son ya la tercera economía mundial, según las propias autoridades de Beijing, y podrían ser la primera para el 2027, de acuerdo con Goldman Sachs. Por lo pronto, son los poseedores de la mayor parte de la deuda gubernamental estadounidense (un billón de dólares). Aunque EU y China colaboran en diversos ámbitos, la situación de los derechos humanos en la nación asiática, junto en el estatus de Taiwán, siempre son motivos de roce con la administración estadounidense.
En Afganistán, en vez de ceder, la violencia del otrora gobernante Talibán no ha hecho sino crecer. Obama ha prometido mandar más tropas, pero la guerra en Irak ya tiene comprometido a un gran número de soldados. Eso, sin mencionar que ni el gobierno ni los afganos están muy contentos con la presencia de las tropas de la coalición, cuyos ataques frecuentemente han provocado muchos muertos civiles.
Justo al lado de Afganistán, otro problema: Paquistán. Aunque la administración Bush considera a este país como un aliado en la lucha antiterrorista (al que ayudó con unos 10 mil millones de dólares), lo cierto es que los terroristas han encontrado aquí un refugio perfecto. Las declaraciones de Barack en el sentido de que podría “actuar” en Paquistán con tal de capturar a los terroristas que hasta hoy permanecen fugitivos, incluyendo Osama bin Laden, tampoco auguran unas relaciones fáciles.
A ello hay que añadir las tensiones entre Paquistán e India, dos potencias nucleares enfrentadas por el territorio de Cachemira. Los atentados de Bombay, en noviembre pasado, sólo exacerbaron más los ánimos en una región volátil.
En Irak, aunque la violencia ha cedido y las tropas internacionales se han dedicado a entrenar a los soldados iraquíes para que se encarguen de la seguridad, una retirada mal planeada podría dejar al país hundido en el caos, propenso a divisiones y a una guerra civil entre la distintas facciones chiítas, sunitas y kurdos.
Si se trata de Irán, uno de los miembros del “eje del mal” —el término que acuñó Bush en 2002—, el panorama no es mucho mejor. Aunque Obama ha prometido que favorecerá el diálogo directo, también ha sido muy claro en cuanto a que Teherán debe abandonar sus ambiciones nucleares, algo que el gobierno de Irán no pretende hacer, pues insiste en que su programa nuclear tiene fines pacíficos.
Corea del Norte será uno de los grandes enigmas que heredará Obama. Una nación nuclear, hermética, que hasta hace poco integraba también el eje del mal. Las relaciones con EU han mejorado en los últimos meses, sin que ello signifique que el régimen norcoreano haya abandonado sus ambiciones nucleares —recién se dio a conocer que ya poseen armas con plutonio—. La salud del líder Kim Jong II es también objeto de rumores, y la administración podría enfrentar los problemas derivados de una eventual sucesión.
A este desastre internacional hay que agregar el eterno conflicto entre israelíes y palestinos. Los intentos de todas las administraciones estadounidenses previas por alcanzar la paz en la región han sido inútiles, y la actual operación israelí “Plomo Fundido” es apenas una muestra del reto que le espera al demócrata.
En Europa, entretanto, la llegada de Obama al poder es ampliamente esperada. Si W. Bush alejó a muchos con su discurso, y el alejamiento llegó a tales dimensiones que hubo un momento en que en EU las papas a la francesa dejaron de llamarse así para convertirse en “papas de la libertad”, el demócrata goza de una amplia popularidad en Alemania, Francia, España, Gran Bretaña y otras naciones europeas.
Pero el presidente electo ha insistido en la necesidad de más tropas, principalmente para la guerra en Afganistán, y los líderes europeos no están dispuestos a enviar más soldados, lo que podría generar tensiones.
Con Rusia, las relaciones van de mal en peor. Muchos lo han denominado una nueva Guerra Fría. La intervención en Georgia, en agosto, el creciente nacionalismo ruso y el rechazo al escudo antimisiles que EU pretende instalar en Europa, junto con la negativa de Rusia a la ampliación de la OTAN son algunos ejemplos de lo que le espera a Obama.
En África, el creciente problema de los piratas en Somalia —cuyos ataques se incrementaron 200% en 2008, con respecto al año anterior—, los conflictos en el Congo y en Sudán tampoco darán tregua al nuevo gobierno de EU.
Las aguas no están tranquilas ni en el propio vecindario estadounidense: en México, la guerra contra el narcotráfico se ha saldado con miles de muertos, y amenaza con extenderse. Informes en EU y expertos revelan que será uno de los principales desafíos para la nueva administración.
Eso, sin olvidar a Cuba. El gobierno de la isla ha afirmado estar abierto a un diálogo con Obama, pero exige el fin del embargo; Barack ha prometido revisar la política de EU hacia la isla, pero sin eliminar del todo el embargo. Washington también mira con recelo el reciente acercamiento de los cubanos con su vieja aliada, Rusia.
En Venezuela, que a últimas fechas también ha coqueteado con Moscú, Obama no sólo deberá enfrentar la retórica antiestadounidense del presidente Hugo Chávez, sino la constante amenaza de éste de utilizar el petróleo —o lo que significa para EU— en su contra.
Brasil, más que un problema para Obama, es un país cuyo poder e influencia en el mundo está creciendo, por lo que exige un mayor papel en el escenario internacional.
La carga que le espera a Obama es una de las más pesadas que le haya tocado a algún mandatario. “El nuevo presidente heredará un mundo muy conflictivo. Casi a dondequiera que miro hay problemas, y la mayoría están empeorando”, reconoció Brent Scowcroft, ex asesor de seguridad nacional. Pero, después de todo, fue Obama el que pidió a la gente “atreverse a soñar”. Ahora, el mundo sueña con que su llegada pondrá en orden la enorme sala de emergencias en que se ha convertido este planeta.
Discussion about this post