México, D.F. / Feb. 16
“Besame… besame mucho”, cantaba una desafinada voz en un español muy forzado.
“Como si fuera esta noche la última vez”… seguía esa voz, saliendo de una regordeta figura, que ha tenido sus mejores años décadas atrás, pero con la sonrisa más viva que nunca.
Si. A Tom Lasorda le gustan dos cosas. Cantar y sonreír. Tal vez incluso más que el beisbol.
Como embajador del Clásico Mundial, el beisbol le ha dado la oportunidad de conocer el mundo. Como persona, el se ha encargado de conquistarlo con su carismática sonrisa.
Este domingo, el ex mánager de los Dodgers de Los Ángeles se apropió de la ciudad de México, regalando fotos, abrazos y palabras de aliento. Besos. Muchos besos. Y una que otra desafinada canción. Pero siempre sonriente.
A bordo del Turibus, Lasorda iluminó Paseo de la Reforma, Centro Histórico y decenas de rostros no con su fama, ni con su flamante anillo como miembro del Salón de la Fama. Ni siquiera con anécdotas de su pupilo más famoso, Fernando Valenzuela. Sino con la humildad y bondad que solo podían venir de la octagenaria leyenda del diamante.
Primero, fue el escuadrón de motocicletas Delta, al pie del Ángel de la Independencia. Minutos después paseantes al azar, más tarde un puñado de monjas en camino al convento. El voceador de EL UNIVERSAL tampoco se resistió a estrechar la mano del ex mánager de 81 años de edad.
Sus saludos, palabras de aliento y sincera sonrisa convirtieron un domingo cualquiera en un día especial para todos ellos.
El Ángel, la Casa de Bolsa y Bellas Artes pasaban a su lado. Apenas se inmutó. Centros comerciales, mítines políticos y Catedral, no lograron cautivarlo. Es que Lasorda no es un turista cualquiera.
“Los edificios son hermosos”, comentó en el mismo español con el que le pedía una entrada más a Valenzuela en los 80 con los Dodgers. “Pero es por la calidad de la gente que yo juzgo a una ciudad, y por eso México siempre es mi referente”.
Sus hechos respaldan sus palabras. “¡Viva México!”, gritó en innumerables ocasiones a lo largo del recorrido.
“Adoro a Fernando Valenzuela”, repitió.
Y cuando no estaba exaltando las bondades de la ciudad, Lasorda simplemente se limitaba a una de sus pasiones: cantar.
Adaptaciones propias de temas que les dedicaba a las pequeñas hijas de Alejandro Hütt, presidente del comité organizador del Clásico Mundial en México.
La sonrisa, el desafinado canto, y el genuino amor por México fueron suficientes para dejar en el olvido las dos horas de retraso, o la escala para un desayuno dominical. Y al final del paseo, tocó el punto en el que su pericia sale a relucir. La pelota, México y el Clásico Mundial.
“México puede ganarle a Cuba”, dijo en tono seguro. “Porque en el beisbol no ganan los mejores jugadores, sino los que tienen más ganas de triunfar”.
Ahí, en esas breves palabras, reveló el secreto de su éxito hacia tres títulos de Serie Mundial. El secreto a su felicidad es un tanto más desafinado.
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