México, D.F. / Septiembre 14.-
Regañado por sus dirigentes, vituperado por los analistas, enfermizo y con sus Águilas atoradas en el antepenúltimo lugar del Apertura 2011, el chileno Carlos Reinoso aclara que no hay ultimátum que adorne su cuello. “Eso —dice— me lo pongo yo solo”, convencido de que mañana miércoles vencerá al San Luis y, con ello, dejará las penumbras para escalar al séptimo escalón de la tabla general.
— ¿Cuántos partidos se da de plazo para levantar al América?
— No, si yo me tuviera que dar plazo, como soy americanista, me quedo a vivir toda la vida, pero eso sería conformista y me gusta ser americanista. Tenemos que ganar. Primero el miércoles… primero el miércoles.
El partido contra los Gladiadores, pendiente de la cuarta fecha, a definirse mañana por la noche en la cancha del estadio Azteca, representa el primer tanque de oxígeno para el director técnico azulcrema. No bastaría si el sábado se produjera un tropezón en Chiapas.
— ¿Si no gana contra San Luis…?
— Es que ahí, mira, es de vergüenza deportiva, de ser profesional, de ser un tipo que ama y quiere al América… —pregona El Maestro.
“No pretendo quedarme en un lugar donde no doy resultados”, añade, consciente de su partida, si la anhelada mejora no se produce de inmediato.
“Esta es mi casa, yo voy a morir aquí. Acá van a tirar mis cenizas. Yo sí soy americanista en las buenas y en las malas, pero no me gustan las malas y cuando se dan, y estoy yo, me tengo que ir”, pregona el discursivo chileno.
Asimismo, el andino acepta que como estratega tiene un “deber muy importante con el dueño” del club, Emilio Azcárraga Jean, porque “aparte de que es el dueño, es nuestro amigo”.
Por eso, “a mí no me tienen que decir ni Michel [Bauer] ni Jaime [Ordiales] ni Luis [Roberto Alves Zaguinho] ni Emilio [Azcárraga], ‘si no ganas, te vas’, porque yo lo entiendo. Eso me lo enseñaron hace 42 años…”.
En conferencia organizada en las instalaciones de Coapa, Reinoso, claridoso al fin, prefiere admitir que —el lunes pasado— sus dirigentes lo reconvinieron, a la vista de todos al término del entrenamiento. Eso, antes que aceptar burlas o sarcasmo, de su parte, en plena crisis amarilla. “Ayer sí me estaban regañando”, precisa. “En el América no estamos para reírnos ahorita”.
El presidente Michel Bauer fue el encargado de la reprimenda. “Me pidió que el equipo gane, lo cual queremos todos, y tiene razón”.
Justifica que los regaños siempre han existido en el Nido, “es algo normal también acá”, argumenta.
Ese mismo día, en el hotel de concentración, comió junto con sus dirigentes. Mas para entonces, ya no hubo más quejas. “Yo con un regaño tengo, no me van a estar todo el día”.
Duro juez de los directores técnicos a los que sucedió en el cargo, Reinoso parece pagar ahora, cual karma, los ácidos comentarios contra Jesús Ramírez o Manuel Lapuente. “Las críticas constructivas son siempre bienvenidas”, aboga ante el recuerdo. “Cuando uno habla de América, estando fuera, es para que mejore”.
Lo malo es que este procedimiento se repite una y otra vez en Coapa desde hace tiempo. Entrenadores van y vienen, sin que un genuino cambio se produzca. “Los procesos largos te llevan al éxito, pero este es un equipo de resultados”, expone. “Ahí vemos, en otros países, al Manchester United. Entonces, si no aprendemos a la primera… pero no está en mí…”.
— ¿Habría que tenerle más paciencia, entonces? —se le cuestiona.
— No, porque si no me estaría protegiendo. Déjenme, por favor —ataja y se levanta intempestivamente.
Las contradicciones traicionan al Maestro, quien quisiera eternizarse en el banquillo amarillo, mas, a la postre, acepta que si no vienen los éxitos, “llámese Reinoso o como se llame, te tienes que ir, porque esto es de resultados”. Son las reglas del juego.
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