México, D.F. / Marzo 9.-
La esperanza mexicana se desvaneció en tan solo cinco pitcheos. Dos soberanos jonrones, un Oliver Pérez descontrolado y una afición descertada marcaron una velada que fue obscureciendo al igual que el cielo.
Un silencio fúnebre acalló a más de 23 mil almas que fueron perdiendo voz y fe en el equipo tricolor conforme la noche entró. Al final, Australia sorprendió a México en tierra propia. Y no fue una sorpresa cualquiera, fue una paliza al son de 17-7.
El júbilo y el optimismo que vinieron con el grand slam de Jorge Vázquez en la misma primera entrada, deformaron en cantos de “Australia, Australia” y una migración masiva del Foro Sol.
Miles de almas rotas al unísono.
Y es que la serpentina mexicana nunca tuvo la clave para acallar a una ofensiva que hace tres años había anotado apenas cuatro carreras en todo el certamen, que les duró tres juegos.
Ahora, en cambio, tuvieron cuatro episodios marcando la registradora en al menos tres ocasiones.
Después de la actuación mexicana, que alcanzó a sacar 24 hombres de milagro, los abucheos recibidos por las huestes de Vinicio Castilla hicieron lucir al secretario Hacienda, Agustín Karstens y al presidente de la CONADE, Carlos Hermosillo como los ovacionados de la noche.
Los problemas comenzaron desde temprano, al primer lanzamiento, Trent Oeljen pegó imparable al central. Al tercero, Luke Hughes sacó la esférica por la barda de jardín izquierdo. Al quinto, Chris Snelling por el derecho. Y de pronto, los 36 millones gastados por los Mets en Pérez parecían una mala inversión.
Pese a todo, Vázquez con su potente cañonazo por el derecho, revivió la esperanza de la novena tricolor, una esperanza futil, que se fue extinguiendo a cuentagotas, hasta que de pronto, el río se desbordó.
Con la pizarra 7-4 en la quinta, los australianos conectaron cinco hits, ante los lanzamientos de Francisco Campos, para igualar los cartones.
La pesadilla estaba por comenzar.
Rafael Díaz entró al relevo, apagó la masacre y tras dos ponches en la sexta, dio paso al derrotado Ricardo Rincón, quien admitió hit del único enemigo que enfrentó. Pablo Ortega le siguió, solo para permitir dos sencillos más, golpear a un bateador, y admitir dos carreras más en contra.
Una episodio después, David Cortés, admitió jonrón solitario a Brent Rodenberg, y México ni siquiera hizo la lucha por despertar de su peor sueño.
La puntilla, la dio Ben Risinger en el octavo rollo, con tremendo estacazo por el jardín central ante los lanzamientos del joven prospecto Francisco Rodríguez en el octavo rollo. En total, Australia superó 13-0 a los anfitriones en las últimas cuatro entradas.
Vinicio Castilla tiene mucho trabajo por delante. La primera tarea es la de enfocar a una novena humillada y despechada para enfrentar hoy por la noche a Sudáfrica. La segunda misión, una urgente, es la de conseguirles descanso inmediato a los ocho lanzadores utilizados.
México, sin embargo, dejó algo muy en claro en el diamante. Es un buen anfitrión, pues permitió a sus invitados servirse con la cuchara grande, y ser ovacionados en el proceso.
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