En entrevista con Bloomberg, el canal de televisión de Estados Unidos especializado en temas económicos y financieros, Andrés Manuel López Obrador dijo que su plan para que México crezca y sea un país cada vez más pobre es: eliminar la corrupción política.
Y no es que el presidente de Morena esté descubriendo el hilo negro, pero tiene razón cuando ex gobernadores como Javier Duarte de Veracruz, o Roberto Borge de Quintana Roo, o Egidio Torre Cantú de Veracruz, o Rodirgo Medina de Nuevo León, o Guillermo Padrés de Sonora, dejaron sus puestos -o huyeron sin dejar rastro- bajo sospechas de corrupción.
Es cierto, cuando en México la mayoría de los políticos -porque hay sus contadas excepciones- dejen de ver en la política la vía más rápida de hacerse millonarios, este país podrá estar a la altura de las grandes potencias.
Quienes trabajaron a su lado en la Ciudad de México cuando fue jefe de gobierno, son los principales testigos de si hubo o no corrupción en su gestión. Porque honesto, honesto, lo que se dice honesto, pudiera no serlo, pero como le escuché una vez a un exalcalde del PAN: “Hay que ser marranos pero no trompudos”.
No se trata de llegar al poder para salir de jodidos, en especial de algunos buenos para nada que ni carrera tienen, pero de jóvenes se incrustaron en la política nacional para llegar a tener fortunas inmensamente incalculables.
Y de esos hay muchos en el PRI, en el PAN, en el PRD y en Morena, porque nadie se escapa a las tentaciones de ver bóvedas gigantescas repletas de dinero.
¿Que poniendo un alto a la corrupción México pudiera crecer? En lo particular no tengo dudas, pero vivimos en un país inmensamente rico en recursos naturales, saqueado por generaciones enteras que no tienen llenadera.
Ojalá alguien ponga un alto. Se vale soñar en 2018.