Qué tan mal tenemos que estar como sociedad en Reynosa, cuando no hay semana en que no nos enteremos que un niño o niña se encuentra internado en un hospital víctima de una golpiza propinada por alguno de sus padres… o ambos.
Ayer amanecimos con la nota de que un pequeño de dos años, llamado Jonathan, se encuentra internado en el Hospital Materno Infantil después de que sus padres lo llevaron para solicitar atención médica pues se encuentra politraumatizado.
De acuerdo al parte médico, Jonathan tiene un esguince en su piernita además de que varias partes de su cuerpo presentan golpes.
Para hacer las cosas más indignantes, los doctores encontraron que el niño tiene quemaduras, provocadas como una enferma manera de castigar al pequeño.
Las primeras investigaciones indican que el responsable de la agresión es, ni más ni menos, que el padrastro del pequeño, que en su declaración quiso engañar a las autoridades asegurando que el niño se cayó de una camioneta.
Sin embargo, fue la esposa de este tipo quien reveló la pavorosa verdad que existe en ese hogar: el marido es una persona violenta que arremete a golpes contra todos en la casa ante la menor provocación.
Aún así la mujer, a quienes algunos podrían considerar una víctima, permanece detenida en las celdas de seguridad pública pues con su silencio protegió al agresor de su hijo.
Este caso puede servir de ejemplo a decenas más que se han presentado en la ciudad donde siempre los más afectados son los más inocentes.
Lo que más preocupa de este asunto, más allá de la lógica indignación provocada por saber que hay un niño abusado, es lo rápido que se están reproduciendo estos casos en la ciudad.
Eso habla de lo mucho que nos hemos descompuesto como sociedad, pues la mayoría de nosotros no pasamos de la condena pública, la exigencia de sangre por sangre.
Es cierto, el agresor de Jonathan puede recibir diez mil años de cárcel o puede ser azotado 40 veces en la plaza principal, como lo piden algunos linchadores en las redes sociales, pero eso no va a evitar que mañana otro niño sea golpeado por sus padres.
El asunto es que Reynosa se está convirtiendo en una ciudad donde la violencia se ha vuelto algo cotidiano.
Estamos acostumbrados a ver niños golpeados, balaceras en las calles, homicidios y violaciones que consumimos de manera feroz pues alimentan nuestro morbo.
Y ahí están los que culpan a los medios “amarillistas” por dar cuenta de estos sucesos cuando no consideran que en este asunto lo que funciona es la simple ley de la oferta y la demanda: Si hay periódicos que muestran en su portada cadáveres sangrientos ya sea por un choque o un enfrentamiento con armas de alto poder, es porque allá afuera hay muchos que quieren verlo.
Quizás cuando los reynosenses nos demos cuenta que la violencia no es algo normal, podamos empezar a cambiar como sociedad y evitemos que niños como Jonathan sufran de cualquier tipo de abuso.
Es cierto, estoy soñando, pero nadie me puede negar que sería lindo que sucediera.
Diasdecombate@hotmail.com
Discussion about this post