Ponerme a dieta, inscribirme en el gimnasio, evitar los refrescos, no desvelarme, dejar de fumar, ser mejor persona, hacer el bien a la humanidad… lograr la paz mundial…
Esa es apenas una pequeña muestra de la lista de propósitos que a principios de año hacemos e invariablemente incumplimos y diciembre nos encuentra con el mismo sobrepeso, o más, el cuerpo menos apto para el ejercicio físico y realmente ni dejamos de fumar, ni tomar refresco y muchos seguimos desvelándonos.
Ya no hablemos de “lograr la paz mundial”.
Hacer una lista de buenos deseos es fácil, cumplirlos es en lo que realmente nos cuesta trabajo porque la verdad estamos tan acostumbrados a lo fácil, a que todo se nos dé en bandeja de plata, con sólo estirar la mano, que como todo es tan simple y sencillo, optamos por continuar en esta zona de confort que tanto daño nos hace, pero que también nos hace sentir tan bien que nos negamos rotundamente a salir de ella.
En México, los propósitos de comienzo de año son para nosotros el equivalente a que la Selección Nacional gane algún Mundial de futbol: o lo que es lo mismo, un “sueño guajiro” porque conforme pasan los días se van diluyendo y al final ya ni nos acordamos de ellos.
Y aunque como mencioné antes, a la mayoría -me incluyo- nos vale cumplir con ellos, algunos sí se lo toman en serio, tanto que si no logran sus metas, terminan absolutamente frustrados y enojados con ellos mismos porque sienten que se fallaron.
Hace poco leí en una revista que hacer un propósito es mucho más serio de lo que lo tomamos porque, de alguna manera son metas que nos comprometen a dar lo mejor de nosotros mismos en aras de conseguirlas.
Señalaba, además, que cuando una persona tiene metas personales y profesionales su salud mejora, sus aptitudes son más amplias y al final del día encuentra satisfactores que a la larga son como pequeñas bombas de “vitaminas” que nos ayudan a tener una vida más sana y larga.
Mi primera reacción al leer ese artículo, y le aseguro que fue en una de esas revistas para mujeres que tienen años y años en el mercado, fue de sorpresa.
¿Cómo?, ¿por no cumplir un propósito tan sencillo como dejar de tomar refresco voy a vivir menos años y mi calidad de vida no será tan buena?
La autora, apoyada en estudios científicos, avalados por las universidades más importantes de Estados Unidos, refutaba cada uno de mis pensamientos.
Mientras más leía, más me obsesionaba con el tema. Juro que si hubiera sido una novela de más de 200 páginas, la habría terminado en una sola noche.
Y es que, señalaba, cuando te forjas una meta o propósito, tu cuerpo empieza a generar algún tipo de sustancia que te permite confort y placer cuando consigues lo que te propusiste. Por eso, no hay que criticar tanto las “selfies en el gimnasio” ni las “selfies post dieta” porque en cierta forma nos estamos complaciendo y dejando que nuestra propia naturaleza siga su curso dándolos algún tipo de estimulación.
Y no conforme con la base científica, la autora del artículo añadía algunos consejos que, a partir de ya, voy a aplicar en mis propias metas.
1. Que las metas o propósitos sean dentro de nuestras posibilidades. Yo lo interpreté de la siguiente manera: aunque mi propósito sea parecerme a Ricky Martin no lo voy a lograr, así que hay que pensar dentro de lo que somos capaces de conseguir.
2. Hay que anotar cada uno de los propósitos que queremos cumplir y colocar la hoja, que sea lo suficientemente llamativa, en algún lugar que veamos todos los días y varias veces al día.
3. Anotar una fecha estimada en que vamos a lograr el propósito, permitiéndonos algunos días de flexibilidad porque si no lo logramos cuando pretendíamos el sentimiento de frustración nos invade y es muy probable que, enojados, echemos todo por la borda.
4. Cuando logremos la primera meta hay que presumirla. Recordemos que siempre necesitamos una palmadita -o palmadota- en la espalda para seguir echándole ganas.
5. Si no cumples tus propósitos en tiempo ni en forma, insistir hasta que en algún momento lo logres.
Parece sencillo, ¿verdad? Yo, por lo pronto, ya tengo mi lista de propósitos pegados en la puerta así los veré cada que salga y entre de mi casa… y no… mis metas no son ni la paz mundial ni parecerme a Ricky Martin, son mucho más sencillos y terrenales porque de eso se trata.
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