Creemos que mucha de nuestra gente ya no sabe lo que es engullirse una buena torta de jamón, pues a 130 pesos el kilo de esa carne fría de cerdo y a 80 el kilogramo de aguacates, sólo “andando mal”, podrían tener para los cuatro o cinco lonches de una familia pobre.
El mismo pueblo ya cree firmemente que tienen que buscar otra vía para tener dinero y poder darle a sus hijos tal comida, pues ya no basta el partirse el lomo más de ocho horas.
Parece que hay un problema social muy serio, que creemos no lo quiere ver el gobierno de los tres niveles, ellos aumentan precios de servicios, impuesto y pago de derechos, lo que hace que las cosas se eleven de precio, los alimentos del pueblo.
La gente sí lo siente, hasta le duele en el estómago, ¡el de sus pequeños hijos!
Ya es un lujo disfrutar ese sencillo alimento preparado, como también es un “lujo” vivir decentemente, sin que alguien se vea obligado a transgredir la ley o el decoro.
TORTEO PA’ MI TORTA
Ya son inalcanzables los ingredientes para una buena torta, salvo que el grueso del pueblo, se la robe “en pisa y corre” o actúe mal en su diario vivir, en su accionar de cada día, en su manera de ser habitante y cristiano.
Lo decimos por la mayoría del pópulo, no los de la clase media hacia arriba, que de clase media ya no debe quedar ni la mitad, hablando de medianías.
Y no podemos comer esa torta no sólo por lo caro del aguacate y el jamón, ni por el pan y la mayonesa, o la lechuga y el tomate, alguna rodaja de cebolla y la mostaza, olvídense de las aceitunas y la lata de chiles jalapeños, ni hablar del chesco para acompañarla.
No, no podemos porque estos gobernantes, de los tres niveles, todo se roban y no nos dan instrumentos, herramientas para vivir mejor.
El dinero del pueblo era para crecer todos, no sólo sus carteras y cuentas bancarias.
No puede una familia humilde, acudir a una tortería a disfrutar esos lonches, no con el salario paupérrimo del papá, 700 pesos a la semana, como obrero, como “carnita de maquila”.
Y ni aunque mamá consiga algo, sea lavando y planchando ajeno o limpiando casas.
El padre -y a veces, hasta la madre-, se sientan en la noche a charlar y deciden que tienen que hacer algo ilegal para conseguir de vez en buscando esos lonches.
O lo hace el mayor de los hijos, “no hay de otra”, es la razón que aducen.
Lo menos, lo menos, tiene que hacer algo informal y entre lo informal podría estar el cometer no sólo una falta, sino un delito (como vender robado).
Mmmmm, una rica torta de jamón con su aguacatito; sí que estamos soñando, tal y como lo hacía a diario “El Chavo del Ocho”.
A VER QUÉ PASA
Sí que está valiendo cacahuate la canasta básica, alguien dirá qué tema tan tonto, ¡pero no!, no lo es.
No en un pueblo que tiene empleos con salarios de hambre, gente colocando latas y bolsas de comida -misma que nunca podrá adquirir para los suyos- en una supertienda o abarrotera.
No hay para buenas tortas, si se pasa el día, atrás de un mostrador de telefonía celular, vendiendo accesorios para el aparato móvil.
Ni tampoco mamá y papá pueden comprarlas, si se la pasan barriendo y trapeando los interminables pasillos de los centros comerciales, esos que sólo conocen con la vista hacia abajo, únicamente cuando los asean.
Y que si esos padres voltean hacia arriba, es porque tienen que limpiar los ventanales o las paredes.
No, no es un tema baladí o pueril, es algo muy serio, porque si al pueblo le cala el hambre, y ya ni una mísera torta de jamón puede darle a sus hijos, entonces esto sí que se va a poner feo.
El hambre es el que no se soporta, podrán robarnos a diario los gobernantes el dinero del pueblo o no hacer nada para atraer empleos bien pagados (una cafetería de 10 a 15 chambas, no cuenta, ¡para nada!), pero lo que sí está cañón es tener a la raza sin cómo hacer frente al despiadado apetito, sin manera decente de allegarse el pan diario.
A ROBAR TODOS
Por eso la gente dice: “Ellos roban, nosotros también tendremos que hacerlo”.
El pueblo clama: “Los políticos se enriquecen a diario, lo vemos aquí en el gobierno local, hagámoslo también nosotros”.
Ni gobierno federal, ni el estatal, ni mucho menos el municipal, hacen nada por darle al pueblo herramientas para trabajar y ganar lo justo, para vivir bien, modestamente, sin hambre.
Entonces es que los funcionarios no pueden echar en cara que el ciudadano se tuerza.
Que el pueblo quiera burlar el pago de la electricidad, del agua, de la gasolina (al rato todo México será huachicolero).
La gente no quiere pagar impuestos, ni las tarifas elevadas por dichos servicios públicos mencionados, ni tener en orden el carro y sus derechos, ni el predial de la casa.
Todo mundo ve cómo los “de arriba” se roban el dinero del pueblo.
Entonces, ¿por qué el pueblo no habría de imitarlos?
Y los gobernantes reprueban que “Juan Pueblo” decida enrolarse en las filas de los que antes decidieron hacer el mal, para así tener dinero.
El amolado, primeramente, sólo pensaba en comer, por eso truncó el camino, pero luego, ya le va hallando el modito al asunto, le va agarrando gusto y sabor al dinero de otros.
Porque para alguien sin oportunidades, es eso o seguir trabajando de “carnita de maquila”.
“No hay de otra”, dice el amolado.