Se llega a lo más alto del poder ejecutivo para, hipotéticamente, servir a los ciudadanos. Ser su mandatario. Lograr resultados que beneficien a las mayorías y poner el nombre de México en inmejorables niveles de imagen a nivel internacional. Pero también, no faltaba más, se hace política para arropar a los amigos y proyectarlos por la senda de la promoción mediática a fin de que alcancen sus más acariciados sueños al amparo de su padrino.
Así ha sido siempre. Muchas veces a costa de la crítica pública por recurrir al pernicioso nepotismo, como le ocurrió a José López Portillo por dar cargos relevantes a su hijo José Ramón y a su hermana Margarita, además de beneficiar a sus mejores amigos como Arturo “El Negro” Durazo, de infeliz memoria.
Y Carlos Salinas de Gortari no curtió malas baquetas en su sexenio, pues sigue colocando a sus incondicionales en puestos federales y estatales, como ahora lo ha hecho con su sobrina Claudia Ruiz Massieu, recientemente ascendida de Secretaria de Turismo a Ministra de Relaciones Exteriores, no importa que no haya estudiado diplomacia ni haya ocupado siquiera un consulado y menos una embajada. Total, ¿qué más da la capacidad profesional o la experiencia si se cuenta con una palanca de éstas?
Ya se sabe que el mejor jefe no es el que presume hacer las cosas él solo, sino el que forma un buen equipo de trabajo y se rodea de los colaboradores más eficientes para responder a las expectativas de su nombramiento. Sí, es cierto. Pero al menos hay que se decente para despistarle y al menos enrumbar a los titulares de las Secretarías operativas por los méritos de sus antecedentes y trayectoria.
¿Cómo nos explicamos ahora que Rosario Robles sepa tanto de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (¿con qué se come?) que no va a batallar para hallarle la cuadratura al círculo a la hora de tomar decisiones trascendentes? ¿O que José Antonio Meade, experto en las cosas dela hacienda pública, como lo demostró en el gobierno de Felipe Calderón, después de haber hecho un sorprendente buen papel como secretario de Relaciones Exteriores con Peña Nieto lo veamos en Desarrollo Social? Claro que se puede pasar en México la prueba de todólogos con la mano en la cintura.
¿Y entonces Jesús Murillo Karam ya también se cansó en la SEDATU igual que se cansó en la Procuraduría General de la República? ¿Y Emilio Chuayffet Chemor deja la Secretaría de Educación Pública para que el delfín del Presidente, Aurelio Nuño, se luzca y acapare reflectores para el 20189, o el vetusto político mexiquense sigue enfermo? ¿Y que decir de la salida del gabinete del coahuilense Enrique Martínez y Martínez que tan buenas cuentas estaba entregando en la SAGARPA para premiar al “derrotado” ex gobernador de Querétaro José Calzada?
Total, son pocas las esperanzas de abundantes frutos del actual gobierno federal y sus enroques administrativos, pero primero hay que darle el beneficio de la duda a los funcionarios recién nombrados por Peña Nieto y ser positivos en la confianza de que no querrán fallarle a su jefe y a su propia imagen política, no importa que estas designaciones tengan el tufo del amiguismo.
Porque nosotros esperábamos más imparcialidad en la decisión de tener a los mejores hombres y mujeres que acompañarán en los tres últimos años a don Enrique, y también creíamos que podría saltar como tapón de sidra el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, pero está visto que no lo quiere descarrilar en sus aspiraciones a la presidencia de la República en el 2018, igual que a Luis Videgaray, aunque ahora ya se han sumado dos de los aspirantes que podrían hacerles sombra: Aurelio Nuño, por un lado, y Manlio Flavio Beltrones, por su propia cuenta.
Y a ver en qué termina este enredo. Sólo deseamos que no la vaya mal a México, aunque los amigos del Presidente se banqueteen de lo lindo en este fin se sexenio.
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