José Manuel Vivanco, director de Human Rights Watch, declaró ante Jorge Ramos, el aguerrido periodista de Univisión, que “en México impera la impunidad”, pero la entrevista televisiva obviamente no transitará en México por las dos cadenas nacionales, aunque ni falta hace porque en Facebook tiene más de un millón de visitas.
Sus fuertes declaraciones no hacen sino poner énfasis en nuestro imperfectísimo estado de derecho, que deviene de la corrupción y promueve la impunidad, efectivamente, que significa no castigar los delitos, especialmente cuando pueden mover el avispero político o cuando se pueden arreglar mediante un arreglo económico, generalmente entre los de la clase alta.
La impunidad hace que los corruptos no le teman a la ley porque saben que no les puede pasare nada, y por eso siguen robando o llegan a puestos claves a enriquecerse escandalosamente ya que la justicia es ciega o hay muchas salidas para hacerle trampa.
Y por esa impunidad se desatan también en la calle los vándalos que agarran de pretexto cualquier circunstancia o noticia importante para quebrantar el orden y provocar una violencia mucho más criticable que la situación por la que reclaman o tratan de remediar.
Tal impunidad, igualmente, hace que los grupos anarquistas volteen de cabeza algunas zonas del país y que alardeen de su fuerza y de sus actos deleznables, al ver cómo los cuerpos policiacos, obedeciendo consignas de sus mandos políticos, se quedan cruzados de brazos y a veces hasta consintiendo el saqueo de comercios y la quema de vehículos en la calle.
Por eso desde el exterior se lee esto como una señal de debilidad gubernamental, o se advierte que las autoridades están cuidando mucho más su imagen política que a los ciudadanos indefensos que son víctimas de semejante arbitrariedad por parte de quienes no tienen otro interés que verdaderos actos de rapiñas camuflados en exigencias de justicia.
También por eso los operadores turísticos han vuelto a sufrir para convencer a sus clientes de viajar a México y muy especialmente a Acapulco debido a la magnitud de los sucesos negativos que le dan la vuelta al mundo a través de los medios masivos y de los comentarios de viva voz entre quienes platican por teléfono los desmanes que ocurren día a día y a todas horas.
Pero nada podrá poner fin a la anarquía y a la violencia si no se impone un saludable estado de derecho. Nada remediará la situación que estamos sufriendo si no impera la ley sin que signifique hacer uso de la fuerza bruta sino de la aplicación de los principios correctivos para quienes desafían a la autoridad.
Sin un verdadero estado de derecho seguiremos sufriendo la impunidad de la que habla con tremendo énfasis el director de Human Rights Watch y seguiremos viendo cómo la enredadera de la corrupción sigue creciendo y atrapando a quien se olvida de sus valores o no recibió una auténtica educación en su familia.