Antes de la final, que empezó anoche, la raza futbolera se entretuvo con cualquier cosa y como si no tuvieran ‘quihacer’ se pusieron a dejar caer babosadas por aquí, por allá y por acullá -que quiere decir muy retirado-. Ancasuchi, pa’queme entiendan.
Lo mismo opinan de un niño chilletas que le ganó la emoción en el Domo Plateado de La Pastora (casa de Rayados), y bastó que lo tomara la cámara para que se hiciera famoso y hasta diera entrevistas.
Cierto es que lo que sucedió aquella noche del sábado en ese partido en particular entre Rayados y Águilas fue, para guardarlo en la retina.
Me tocó estar en una Final de Copa del Mundo en el Azteca -no pase astéacrer que jugando; yo era cartero en ese tiempo- y nada que ver.
Lo del estadio de Rayados fue impresionante por cómo gritó la raza, cómo se emocionó justificadamente por lo que vio en la cancha y cómo lo gritó, con aquella pasión que no se ve en otros estadios, salvo en el de Tigres, pero la acústica en el estadio de Rayados es impresionante.
Días después, veo por ahí algunos en redes sociales todavía peléandose con los americanistas por un penal. Es estéril, hombre. Ya déjense a’i.
Los que tienen que probar que NO fue penal son los seguidores americanistas; no los Rayados tratar de probar que SÍ fue.
Ya, hombre supérenlo…
Mejor espérense a ver lo que resta de la final, que es la de vuelta el domingo en el BBVA Bancomer.
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PD: A un Joaquín lo van a mandar a Texas; al otro, a la tiznada.
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