No quisiéramos comentar temas tan ríspidos, en el cuadrante de la inseguridad, que degradan la imagen de nuestro querido México y de nuestro hermoso Estado de Tamaulipas, pero la realidad es la realidad y el periodismo no puede rehuír su enfoque, a fin de que la opinión pública saque sus propias conclusiones.
Las noticias son contundentes: nuestro país se ubicó en el 2014 en segundo lugar respecto a las urbes más violentas y peligrosas a nivel mundial con diez y dos de ellas pertenecen a Tamaulipas. Dentro del ranking de las 50 metrópolis con más asesinatos, México aportó el 20 por ciento de acuerdo con el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal que realiza investigaciones muy precisas durante los doce meses.
De acuerdo con el presidente de dicha organización, José Antonio Ortega, Acapulco sigue ocupando, desde que se realizan estos estudios, el tercer lugar dentro de las 50 ciudades más violentas, con 883 homicidios dolosos, atrás de San Pedro Sula, en Honduras, que por cuarto año consecutivo es la que se lleva el primer sitio con una tasa de 171.20 homicidios, y después de Caracas, Venezuela.
Las otras ciudades mexicanas también incluidas en esta lista son: Culiacán, Sinaloa; Juárez, Chihuahua (lugar 27); Obregón, Sonora (lugar 31), Nuevo Laredo (34), Ciudad Victoria (41), Chihuahua capital (43), Tijuana (45), Torreón (48) y Cuernavaca (50).
Es una pena ver en los mapamundi señales tan ominosas sobre nuestro turístico puerto de Acapulco y sorprende encontrar semejante mancha en Nuevo Laredo y en Ciudad Victoria, pero no podemos negar la nefasta estela de sangre que en forma sostenida brilla en estas urbes que nos llegan al alma.
En 2014 Nuevo Laredo dio mucho de qué hablar al respecto, pues inclusive cayó bajo las balas el director de Seguridad Pública de esta ciudad fronteriza, pero desafortunadamente también el fantasma de la violencia se cernió sobre la capital tamaulipeca en una forma que da mucho qué pensar en los pobres mecanismos de defensa con se vigila a los ciudadanos.
Las autoridades locales recurrieron al auxilio del gobierno federal y a la presencia directa del Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, pero ni así fue posible atajar los enfrentamientos entre grupos rivales y los choques con las fuerzas de seguridad oficial. Los muertos se contaron en números nunca vistos en Nuevo Laredo y en Ciudad Victoria, sin dejar de reconocer los homicidios de otras zonas tamaulipecas.
A nivel nacional duele en el alma que Acapulco sea escenario de tanta barbarie y que en general casi todo el Estado de Guerrero, lo mismo que Michoacán, sean objeto de noticias negativas del crimen organizado y de grupos armados o profesores violentos que con su vandalismo quieren doblegar a las autoridades en busca de un mártir a fin de tener buen pretexto para reclamar represión y justificar sus actos fuera de la ley.
No hace falta decir cuánto afecta a nivel turismo este bombardeo noticioso en todo el mundo, pero tampoco se puede negar tan flagrante realidad. Y aquí es donde los gobiernos tienen que trabajar a marchas forzadas y con un buen plan estratégico para remediar tanta violencia y los efectos dañinos que dejan a su paso por estas urbes azotadas por la sinrazón de las armas.
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