Odebrecht es otro caso más de corrupción en PEMEX que por su monto -10 millones de dólares- es de los poquiteros, aunque se va a convertir en botín político porque el PAN y el MORENA ya piden investigaciones y castigos “hasta las últimas consecuencias”, que por últimas ya sabemos solamente llegan hasta los jefes, pero nunca al jefe de jefes, por lo que, de acuerdo al ritual, Emilio Lozoya Austin ya debe irse preparando con caprina resignación para ser el chivo expiatorio como en el pasado lo fue Jorge Díaz Serrano.
Nomás que de entrada Lozoya se resiste amagando con demandar por daño moral a todo aquel que ande diciendo que él recibió el soborno, de manera que si lo embadurnaron o no será cosa que se ventile en los tribunales, en lo mediático ya hay linchamiento con el consecuente beneficio político para Lopez Obrador, quien si bien ya ha dicho no estar en contra de la reforma energética, sí de los negocios o trinquetes que se han fraguado al amparo de las nuevas disposiciones.
Y es que el líder del MORENA regularmente ha fustigado la colusión entre funcionarios y “empresaurios” y, Odebrecht, robustece sus proclamas, lo que por consecuencia le acarreará más puntos que al PAN que ha permanecido silente en otros casos como el de Oceanografía que durante el sexenio de Calderón se despachó con la cuchara grande.
Pero tenemos otras preocupaciones, la violencia no cede en Reynosa porque la delincuencia ya hasta parece toro de lidia que se crece al castigo, y lo más grave del asunto es que los ciudadanos no estamos en el graderío sino en el redondel que por lo mismo ya varios han sido corneados.
Se le reconoce al gobierno estatal y al federal sus esfuerzos, pero si ya han visto que tras diez años a punta de balazos no se los han acabado, el sentido común indica la práctica de otra estrategia independiente a la de rondines, entretanto, la ley de seguridad pública dormita en la cámara de diputados.